Al principio apenas nos saludamos:
dos besos en las mejillas,
dejo las maletas junto al tren
y noto sus ojos de soslayo,
resbalando por el andén.
La encontré aquella misma noche,
pensé que por casualidad,
descalza por la avenida
a la hora en que la ciudad
desinfecta sus heridas.
"¿Me has echado de menos?",
pregunta la brisa del puerto.
Se vuelve el aire azul y violento,
y entonces lo sé, estoy atrapada.
"No sabes cuánto", le digo.
Me ha tendido una emboscada:
ya huyen los gatos a su escondrijo.
Estoy temblando porque lo sé,
hoy no me salva ni la Luna.
Fue ella quien me echó de menos
y ha sembrado de veneno
todos los cubos de basura.
Intento negociar con ella,
pero ya es hora de pelear:
ha soltado su melena,
que ondea furiosa en la playa;
se recoge la falda, gitana,
quiere bañarse en el mar.
"Ven,
ven aquí y sabrás lo que es bueno"
...
Ya laten, blancas, mis banderas en los tendederos.
Una noche más, me duermo abrazada
a este pulmón de la ciudad.
Fotografía: Barcelona 1, Jameson