Retrato robot de la sospechosa
Casi detrás de la señora rellena de paja de la que hablo entró una chica negra con un bebé en su carrito. "Perdón", le dijo educadamente a la señora mientras trataba a duras penas de encajar el carrito en el hueco que ésta había dejado libre. La señora empezó a farfullar y a revolverse en el asiento. La verdad es que es gracioso ver que alguien se siente tan claustrofóbico en un autobús vacío sólo porque una negra se le sienta al lado. La chica se sentó como pudo ignorando la cara de asco de Doña Pajiza, y su niño, ausente de cualquier mal rollo, empezó a jugar con el pañuelo de la bruja de este cuento. "Es que se apoderan de todo", gritó la señora Indignación mientras se levantaba desesperada para, oh pobrecita, sentarse en otro de los ventitantos asientos libres.
Me dio muchísimo asco cuando nos sonrío a los pocos españoles que viajábamos en aquella línea, con gesto de "Vosotros me comprendéis, ¿verdad?". Por suerte, nadie le devolvió la sonrisa.
Pues no, señora, espero no llegar a comprenderla en la vida.