viernes, 29 de agosto de 2008

Bullying


Mis enemigas y yo cuando íbamos a fiestas temáticas de los sesenta


Aviso: estos días estoy sufriendo un ataque de sinceridad deslenguada. Ruego no me lo tengáis en cuenta.

En el instituto me forjé dos enemigas. Este es un paso obligado en cualquier adolescencia histérica que se precie.

De una me hice enemiga porque quise. O porque me vi en el deber. Es que era mala. Maltrataba gorriones, hacía comentarios soeces y birlaba novios ajenos. También era inculta. No sabía conjugar bien los verbos. Me sentí, por tanto, en la obligación de odiarla.

A la otra, en cambio, no quería odiarla. De hecho me resistí todo lo que pude y más para convertirla en mi enemiga pero... ¿qué hacer si ella ya me había convertido a mí en la suya? Me odiaba, oh, cómo me odiaba (siempre pensé que algún día diría esto, pero con otro verbo). Me odiaba tanto que a veces rozaba el erotismo, se le notaba que yo excitaba algo incontrolable en su ser. Las tías sois muy raras, pensaréis los hombres. Envidia, opinaréis las chicas. Empezó como una rivalidad en las notas que no quise tomarme muy en serio, pero pronto derivó hacia cosas más serias del tipo "qué pija es M que siempre lleva ropa de marca" o "M va peinada como Cristobal Colón". El caso es que fui débil, compañeros, y me dejé liar; me vi sumida en aquella espiral de violencia y terminé odiándola yo también. Al principio era sin saber por qué, por inercia. Tengo que decir que enseguida encontré motivos y hoy he logrado recordarla con verdadero resquemor. Qué afán de superación el mío.

Gracias a las redes sociales como aquella de la que hablaba Verdú el otro día y a mis dotes rastreadoras (que a veces me asustan) he encontrado a ambas en la red. Y me llena de orgullo y satisfacción comunicar que la primera se está quedando calva (¿el ataque de gorriones vengativos?) y que a la segunda... ¡a la segunda se le ha quedado una cara de gilipollas...!

jueves, 28 de agosto de 2008

Al dente


Edouard, cantante revelación que nunca tendría que haberse revelado


Creo que la naturaleza me ha concedido una dosis de belleza en su justo punto. Con esto quiero decir que no se convierte en un estorbo, que no es algo arrollador que impida a los demás tratarme con naturalidad o que les haga sentirse mal y miserablemente lombrices.



Por supuesto que hablo en broma.


Y la relación que todo esto tiene con la foto de arriba es ninguna o toda.

martes, 19 de agosto de 2008

La playa de Madrid

Facebook y el amor
19/08/2008 Eduardo Verdú - EL PAÍS


No es ningún secreto: los madrileños estamos enamorados del mar. Los lugareños de las poblaciones costeras y los controladores de las cabinas de peaje de la R-4 se quedan estupefactos cada año ante el masivo e irresistible embrujo que ejerce la playa sobre los habitantes de esta meseta estratégicamente alejada de las costas.

Pero también seguimos enamorados de un amor de verano, de una chica o un chico al que quisimos con toda la verdad hueca de la adolescencia, al que aún recordamos saliendo del agua barnizado de luz, con los ojos entornados mirando a poniente. Para un madrileño, un idilio con escenario costero es la experiencia romántica más inolvidable.

Muchos volvemos cada año a la playa donde besamos a una chica por primera vez, regresamos a ese pueblo que va cambiando verano tras verano. Han cerrado el cine frente al que nos conocimos, han traspasado la heladería que amenizaba las tardes de cortejo; el bar de las promesas eternas es una ciberhorchatería. Ese amor duerme en el recuerdo durante el invierno hasta que nuestra visita estival a los lugares donde transitamos juntos hace quince o veinte años lo resucita. Éste es el ciclo de vida de esas memorias, pero ¿dónde están hoy realmente esas personas?

Hasta hace poco, el pasado quedaba a nuestras espaldas como una bruma en progresiva evaporación. Sin embargo, ahora las nuevas tecnologías lo congelan íntegramente igual que un cuerpo criogenizado. Las cámaras digitales o los móviles captan en instantáneas o vídeos cualquier momento mínimamente reseñable. Los individuos, los paisajes, los nombres que hemos olvidado pueden rescatarse de Internet donde el mundo entero vuelca sus recuerdos, sus vivencias, sus sensaciones y sus pronósticos siempre coincidentes.

Pero gracias a la informática no sólo convivimos con la memoria, sino que podemos reencontrarnos con el ayer desvanecido. Facebook, el súper registro social en Internet, además de contactarnos con la gente de nuestro entorno actual nos permite recuperar personas del pasado. Con decenas de millones de usuarios registrados, basta saber los apellidos o la escuela donde estudió alguien para descubrir que también posee una página con su e-mail, su estado civil y... sus fotos.

En Facebook están esos amores de verano y otros de ciudad o de campo (depende de lo que uno haya viajado física y sentimentalmente). Podemos ver sus fotos del presente abrazando a gente que no conocemos, a nuestras ex tumbadas en sofás donde nunca nos sentamos, acariciando a perros que jamás nos mordieron cuando las fuimos a recoger peinados a raya y con un polo limpio después de la siesta. Aquellas chicas a las que creímos querer tanto aparecen hoy con ropas insólitas cubriendo unos cuerpos distintos de aquellos de luz saliendo del agua, mirando a la cámara con un gesto ausente, con unos ojos en los que ya no estamos. Entre sus nuevas caras se adivina a la niña por la que lloramos en el espigón, a aquella que nos escribió cartas de papel que, un día, no recordamos por qué, dejamos de contestar.

Internet parecía un invento del presente, del futuro, una conexión silenciosa de fibra óptica y, sin embargo, es también un melancólico retrovisor. ¿Habría sido mejor no volver a ver a esas personas? ¿no actualizar sus imágenes? ¿no profanar sus recuerdos? ¿Por qué nos sentimos de repente tan nostálgicos por una pérdida tan antigua y cicatrizada? Tras un rato frente a la pantalla del ordenador, uno entiende que en realidad no es el verano ni el mar, ni siquiera a aquella chica lo que sigue añorando. Es a sí mismo joven, moreno y fatalmente enamorado.

domingo, 17 de agosto de 2008

Boletín informativo

Y con veintidós años y dos días aprendí a recogerme el pelo con un lápiz.

La cosa progresa.

Estaría bien que alguien dejara un comentario preguntándose: "¿Por qué esa condena previa del pelo suelto? ¿POR QUÉ?"

viernes, 15 de agosto de 2008

1, 2, 3, 4... 22

Pido disculpas por dar tan pocas señales de vida últimamente. De todas formas hoy me lo tenéis que perdonar (casi) todo porque es mi cumpleaños y... ¿acaso hay algo más bonito que la sonrisa de un niño?

domingo, 10 de agosto de 2008

"Durante años he sido una puta del negocio publicitario"

Hará una semana. Abrí el periódico por la sección de Contactos y me detuve en un anuncio: no fue al azar, seguro que derivaba de técnicas perversas y retorcidas de putas publicistas. El caso es que uno de los reclamos que la protagonista ofrecía es que era multiorgásmica.
Y aquí viene lo agridulce. Porque esta feminista bigotuda y sin duchar, de las de la vieja escuela, no sabe si alegrarse porque los hombres de ahora necesitan que la puta también se lo pase bien o porque además de ser puta va a haber que ser multiorgásmica.
Probablemente sólo tenga que ver con egos satisfechos.