martes, 14 de abril de 2009

Grandes finales


Antonio Chaves trabajaba como ujier en el Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981. En un reportaje que publicó este domingo El País Semanal, Chaves cuenta cómo, en aquella noche tan larga en la que Tejero y los suyos tomaron el hemiciclo, le llevó un cigarrillo a Adolfo Suárez, entonces presidente casi saliente del Gobierno. "Años después" recuerda Antonio, "iba paseando por la plaza de Oriente y un coche oficial se detuvo junto a mí. Se bajó la ventanilla y era Suárez. ¿Sabes qué me dijo? Antonio, te debo tabaco".

Pues bien, para mí, éste es el tipo de final que cualquier escritor debería buscar para una historia.

miércoles, 1 de abril de 2009

"Lo voté, luego lo critiqué y ahora me arrepiento"


Raúl Alfonsín, con un sol colgado del cuello



Ayer fallecía a los 82 años Raúl Alfonsín, primer presidente democrático tras la dictadura militar de Argentina. Al ver en la prensa de hoy los principales hitos de su mandato y cómo le recuerdan algunos de los argentinos que ayer se acercaron a su domicilio como último homenaje, no puedo evitar hacer una reflexión.



Por lo que leo ahora, porque en su momento era demasiado joven para entender nada, Alfonsín fue único por muchas razones. Fue el único presidente argentino al que no se le asocia ni el más mínimo esbozo de corrupción. Fue también capaz de sentar en el banquillo de un juzgado a los dictadores que le precedieron y de exigir justicia a través del diálogo y la firmeza, algo inusual no sólo en Latinoamerica, ese paraíso para los bananeros que tanto les gusta dibujar a algunos intelectualoides europeos, sino también en la historia mundial. Fue de los pocos argentinos en el poder que se atrevieron a calificar la guerra de las Malvinas como "algo demencial", y de los que se negaron a celebrar "patrióticamente" la recuperación de esas islas.



Sin embargo, Raúl Alfonsín entregó su cargo cuando aún faltaban cinco meses para que lo abandonara. Cómo no, no había podido llegar tan lejos como habría sido deseable en los procesos contra la dictadura, porque la presión interna era demasiada. La externa también. Alfonsín no pudo con la hiperinflación ni con las ocho huelgas generales que se sucedieron durante su mandato. Las crisis económicas, a las que nadie es casi nunca capaz de atribuir un culpable con exactitud, son en muchas ocasiones las que deciden quién se sienta y quién se levanta de ciertos tronos.



"Lo voté, luego lo critiqué y ahora me arrepiento", confiesan hoy en EL PAÍS algunos argentinos. La honestidad y la democracia son a menudo absorbidas por el malestar económico y la crispación en el imaginario público, con la inestimable ayuda, cómo no, de los medios de comunicación. Y no sé, pero a mí esto se me parece a una piedra con la que puede que volvamos a tropezar más veces de las deseables. Debemos ser siempre críticos con el poder, pero no hay que ser ingenuos: tenemos que recordar que el poder no sólo emana del sillón presidencial, sino que flota en el aire que respiramos como un gas tóxico, procedente de muchos más tubos de escape que los que imaginamos.