viernes, 28 de agosto de 2009

Yo le aseguro...

Hola de nuevo. Aún no está claro el futuro de este blog, porque me estoy convirtiendo en alguien demasiado cínico hasta para escribir, pero me he visto en la obligación de hacer una denuncia: la publicidad y venta teléfonica de seguros.

El acoso telefónico comercial, aunque dé de comer a muchas personas, ya es de por sí molesto, pero me atrevería a afirmar que el acoso telefónico de las compañías aseguradoras para que contrates algo con ellos es denunciable. No sé cuántos derechos fundamentales pueden ser vulnerados en cada llamada de ésas, pero seguro que la integridad mental del individuo es uno de ellos.

Creo que los datos de mi madre cayeron hace tiempo en una red de malvados traficantes de información, porque de unos años a esta parte es, probablemente, la persona que más llamadas recibe de España. Como trabaja muchas horas fuera de casa, tiene la 'suerte' de no tener que responderlas, así que en su lugar lo hago yo, que, para qué engañarnos, trabajo menos. Estoy convencida de que hay comerciales que desisten de seguir intentando contactar con ella porque creen que es una quimera, una señora que me he inventado.

Pero, en tiempo de vacaciones, ha quedado demostrado que mi madre sí existe, y, no sé si como venganza, los teleoperadores de las compañías aseguradoras han decidido emplearse a fondo con ella (y tangencialmente conmigo). ¿Cómo? Recordándole a diario, mediante amables llamadas telefónicas, todas las cosas horribles que le pueden pasar para que contrate un seguro con ellas. Hospitalizaciones de más de tres meses, accidentes en carretera de camino al trabajo (al menos si fuesen de juerga tendrían más gracia), inundaciones, muerte inesperada... La cosa ha llegado hasta tal punto que mi madre ya ha contratado varios de estos seguros y me ha indicado dónde están todos los papeles que yo puedo necesitar en caso de que estas profecías se cumplan. O en caso de que tanta publicidad malvada termine por convencerme a mí y decida cobrar el seguro cuanto antes convirtiéndome en una matricida.

Pensé que con eso valía, que lo que 'ellos', esos Nostradamus que nos llaman a todas horas, querían era simplemente que nos asegurásemos algo, que les diésemos una limosnita. Pero nada deja satisfechos a estos vampiros del pesimismo, y cada semana llaman con una desgracia nueva que temer y de la que asegurarse. Es un poco como aquellas casas antiguas de Madrid en las que podía leerse en un letrero: 'Asegurada de incendios'. Nunca supe cómo interpretar ese mensaje. ¿Seguridad en caso de incendios... o que habrá incendios seguro?