jueves, 26 de febrero de 2009

El edificio que había que romper



"Hace tiempo, la gente de Busto Arsizio estaba preocupada porque los niños lo rompían todo. No hablamos de las suelas de los zapatos, de los pantalones y de las carteras escolares, no: rompían los cristales jugando a la pelota, rompían los platos en la mesa y los vasos en el bar, y si no rompían las paredes era únicamente porque no disponían de martillos.

Los padres ya no sabían qué hacer ni qué decirles, y se dirigieron al alcalde.
– ¿Les ponemos una multa?–propuso el alcalde.
– Muchas gracias - exclamaron los padres -, pero así, los que ten­dríamos que pagar los platos rotos seríamos nosotros.

Afortunadamente, por aquellas partes hay muchos peritos. De cada tres personas una es perito, y todos peritan muy bien. Pero el mejor de todos era el perito Cangrejón, un anciano que tenía muchos nietos y por lo tanto tenía una gran experiencia en estos asuntos. Tomó lápiz y papel e hizo el cálculo de los daños que los niños de Busto Arsizio habían causado rompiendo tantas y tan bonitas cosas. El resultado fue espan­toso: milenta tamanta catorce y treinta y tres.
– Con la mitad de esta cantidad – demostró el perito Cangrejón – podemos construir un edificio y obligarles a los niños a que lo hagan pedazos; si no se curan con este sistema, no se curarán nunca.

La propuesta fue aceptada y el edificio fue construido en un cuatro y cuatro ocho y dos diez. Tenía siete pisos de altura y noventa y nueve habitaciones; cada habitación estaba llena de muebles y cada mueble atiborrado de objetos y adornos, eso sin contar los espejos y los grifos. El día de la inauguración se le entregó un martillo a cada niño y, a una señal del alcalde, fueron abiertas las puertas del edificio que había que romper.

Lástima que la televisión no llegara a tiempo para retransmitir el espec­táculo. Los que lo vieron con sus ojos y lo oyeron con sus oídos ase­guran que parecía – Dios nos libre – el inicio de la tercera guerra mundial. Los niños iban de habitación en habitación como el ejército de Atila y destrozaban a martillazos todo lo que encontraban a su paso. Los golpes se oían en toda Lombardía y en media Suiza. Niños tan altos como la cola de un gato se habían agarrado a armarios tan grandes como guardacostas y los demolieron escrupulosamente hasta que sólo quedó un montoncito de virutas. Los bebés de los parvularios, tan lindos y graciosos con sus delantalitos rosa y celeste, pisoteaban diligentemente los juegos de café reduciéndolos a un finísimo polvo, con el que se empolvaban la nariz. Al final del primer día no quedó ni un vaso entero. Al final del segundo día escaseaban las sillas. El tercer día los niños se dedicaron a las paredes, empezando por el último piso; pero cuando llegaron al cuarto, agotados y cubiertos de polvo como los soldados de Napoleón en el desierto, se fueron con la música a otra parte, regresando a casa tambaleantes, y se acostaron sin cenar.


Se habían ya desahogado por completo y no encontraban ya ningún placer en romper nada; de repente, se habían vuelto tan delicados y ligeros como las mariposas, y aunque hubiesen jugado al fútbol en un campo de vasos de cristal no hubiesen roto ni uno solo.

El perito Cangrejón hizo más cálculos y demostró que la ciudad de Busto Arsizio se había ahorrado dos remillones y siete centímetros.

El Ayuntamiento dejó libertad a sus ciudadanos para que hiciesen lo que quisieran con lo que todavía quedaba en pie del edificio. Y enton­ces pudo verse cómo ciertos señores con carteras de cuero y con gafas de lentes bifocales – magistrados, notarios, consejeros delegados – se armaban de un martillo y corrían a demoler una pared o una esca­lera, golpeando tan entusiasmados que a cada golpe se sentían reju­venecer.
– Esto es mejor que discutir con mi esposa – decían alegremente -, es mejor que romper los ceniceros o el mejor juego de vajilla, regalo de tía Mirina…

Y venga martillazos.

En señal de gratitud, la ciudad de Busto Arsizio le impuso una medalla con un agujero de plata al perito Cangrejón."

Gianni RODARI, El edificio que había que romper

lunes, 23 de febrero de 2009

Sin rencor


Lilo perdonándoselo todo a sus amigos



La resaca del fin de semana que acaba de terminar me conduce a la siguiente reflexión. Dos puntos.

A lo mejor no soy tan obsesiva con los recuerdos, o tan sentida, o yo que sé, tan rencorosa como creía hasta ahora. Puede que lo que me pase es que no bebo lo suficiente... porque, amigos, si alguien me agravió, ofendió, calumnió, etcétera, el viernes por la noche, tranquilos: el sábado ya se me había olvidado.

A esto se deben de referir cuando hablan de la memoria histórica, ¿no?

martes, 17 de febrero de 2009

Ustedes no tienen corazón


EL PAÍS - Santi Burgos - 5/3/2004


Hace mucho que el periódico no me hace sonreír. Hoy, repasando la hemeroteca del 2004, he pensado que quizás algunos años amargos tengan la capacidad de unirnos a muchos en una lucha que, aunque sea lucha, no deja de ser alegre ni bella. Hay muchos tipos de años amargos, por supuesto, otros no lo consiguen. En 2004, mientras un gobierno entero se caía a pedazos y todavía resonaba el eco de las bombas por Madrid, yo estaba con un pie en la Universidad, estaba en todas las manifestaciones en las que se lucían palestinos y jerséis llenos de bolas, y estaba convencida de que me esperaba algo grande. De que a todos nos esperaba algo grande.


No sé si me sigue esperando, quién sabe, igual ya me ha pasado y no me daré cuenta hasta la crisis de los cuarenta; lo que sí sé es que yo sí que tengo corazón, porque a mí sí me hace efecto recordar el espíritu de esos días gracias a la imagen de la chica que emocionó a Millás y que nos emocionó a tantos, y que seguramente estará ya muy lejos de aquel jersey lleno de bolas. Hoy, cuando leo los periódicos, tengo la sensación de que ustedes, los que los dirigen y los que los protagonizan, ...ustedes no tienen corazón.

viernes, 13 de febrero de 2009

Publicidad subliminal

A los que paséis por aquí os recomiendo encarecidamente que visitéis este blog: Diario de un parado de la cadena SER. Acaba de nacer, pero promete convertirse en algo aún más interesante de lo que ya es, sobre todo porque puede que sea una de las pocas maneras de enterarse de cómo tratan a sus empleados los mismos medios de comunicación que nos han metido la crisis y el mileurismo en la cabeza.


Lo que no me gustaría es que nadie lo interpretara como un simple despecho o una venganza personal o corporativista; merece mucho más respeto que eso, porque lo que ya se puede leer y se leerá en Diario de un parado de la cadena SER son los casi 30 años que alguien entregó a una empresa para que la semana pasada ésta se los devolviera en forma de carta de despido, improcedente, pero sobre todo inhumano.


Nada más, muchas gracias por vuestra atención, y que tengáis un viernes espléndido.

domingo, 8 de febrero de 2009

Las empresas no tienen alma

Desconfiad de las noticias, porque lo que nos pasa no es la crisis: lo que nos pasa somos nosotros.

jueves, 5 de febrero de 2009

Me enfado y no respiro

Se están perdiendo las buenas costumbres. De verdad.

martes, 3 de febrero de 2009

En pie de guerra



Advertencia: yo también voy a hablar de lo del Gran Wyoming. Si me vas a dejar un comentario explicándome que gracias a gente como yo laSexta ha conseguido lo que quería, que es publicidad, gracias por avisarme pero ya me había dado cuenta.

El domingo por la noche, mientras Intereconomía TV reproducía casi en bucle el vídeo de Wyoming vapuleando a la pobre y torpe becaria, uno de los tantos señores que vieron frustrada su vocación cinematográfica (que somos muchísimos, y en mi familia hay unos cuantos) robaba en una discoteca de Madrid el Goya que el director Albert Solé había recibido al mejor Documental por Bucarest: La memoria perdida. A elmundo.es le ha parecido muy mal lo primero y no tan mal lo segundo, a juzgar por la extensa información que le han dedicado y por el esmero que ponen en esgrimir las razones de este individuo que pretendía protestar contra el nepotismo del cine español robándole el reconocimiento a un profesional de un sector tan olvidado como es el cine documental. Con él quedaron en el templo de Debod, y es más que probable que le invitaran a un helado en el kiosco del Paseo del Pintor Rosales.

A mí, qué queréis que os diga, no me gustan ni una cosa ni la otra. Pese a la admiración que profeso por el Gran Wyoming y su cara de Luis Buñuel, un vídeo que escenifica algo tan grave y tan común como el acoso laboral, que es otra forma de violencia, me tocó la fibra sensible y mucho. Por muy transgresores que nos volvamos, no deberíamos olvidarnos nunca de que hay que reírse del maltratador, no del maltrato. Pero es que lo de robar un Goya en plan canción protesta... "Estoy harto de que siempre se lleven los premios los mismos, del sectarismo del cine español", dice el colega K.T.M, que no es el nombre de una cadena de pollos fritos mutantes sino las iniciales del nuevo Robin Hood español. "Pero que conste que siempre quise devolverlo". Entonces, ¿por qué protestaban los que robaron la vaca del Cow Parade en Madrid? ¿Por la encefalopatía espongiforme? ¿Acaso eran vegetarianos radicales? ¿O se trataba de una célula integrista anti-obesidad?

En fin. A los que hablan de ética periodística (pretendiendo aplicarla, por cierto, a un programa de entretenimiento como El Intermedio pero no a una cadena de tono "informativo" como Intereconomía) les parece bien dar cancha a melones como K.T.M (Ke Te Mango). Desde Intereconomía, con esa puntería que les caracteriza, se ha dicho que ya que estamos por qué no coge el Wyoming y llama a un sudamericano "indio de mierda" y han tildado a Beatriz Montáñez de prostituta.

Menuda semana llevo. Primero suspendo, después los trajes de Carmen Machi en los Goya, luego vídeos de becarias que me remueven los traumas y ya como colofón se muere el creador de Playmobil.

PD= Os voy a contar algo en voz bajita. Para mí lo más divertido fue cuando ayer, en la web de la COPE, se confundieron con el nombre del programa de Intereconomía que metió la gamba, y en vez de Más se perdió en Cuba se refirieron a él como Cuando salí de Cuba, que es una canción del gran -por la talla de chaqueta, más que nada- Luis Aguilé, además de una peli en la que sale Chazz Palminteri. Les dejé un comentario no sin poco pitorreo por mi parte, que cuando quiero soy muy giliprogre, y lo cambiaron. Subidón de ego, que soy Leo. Por cierto, ¿a qué se refieren en la COPE cuando hablan de lo progre? ¿Podría ser lo progre el nuevo complot judeomasónico? ¡Oh, qué nervios, esperemos que sí!