martes, 12 de junio de 2007

Para los solsticios y los equinoccios olvidados



Modo de empleo: Sírvase este poema al caer la noche, sobre las sábanas y el propio cuerpo. Leáse en voz alta, o en voz baja, pero muevánse los labios al pronunciar cada palabra, pues sólo así se queda adherido el significado a la piel y permanece como el poso de una infusión nocturna hasta la mañana.

Este poema funciona como un conjuro; después de recitado, la ciudad baila su ritmo y los portales se abren como labios.


[...]

Yo bajé a la ciudad
en esa hora incierta,
presentida,
donde tiritan todos los semáforos,
en ese campo oscuro,
dibujado,
donde sopla la brisa de los taxis
con su reflejo a musgo,
donde la luz oculta
las ojeras brillantes de los barrios,
poniendo en cada cuerpo
una mirada larga, una escena vacía.
Yo estuve en la ciudad,
y entristecido al tiempo de recorrer sus signos,
vagabundo en la luz de los escaparates,
quiero doblar la esquina,
descubrir otra espalda,
buscar un corazón municipal y amigo
que me abra la puerta de sus ojos
y me invite a pasar.

Llámame,
voy a volver contigo,
recorriendo despacio las calles que no existen
cuando tú no me llamas,
caminando por ti
a través de la ira pequeña de la tarde.
Llámame,
son apenas las ocho, apenas una leve
sonoridad de vida
regresa en las aceras,
se confunde con la prisa de los adolescentes,
precipita su paso por las últimas tiendas,
abre su colorido
metálico y humano
de parejas en coches abrazadas,
extraños que se miran
bajo la carpa incierta del deseo,
bajo la luna artificial.

Mírame regresando
sobre las altas casas de este abril distraído,
yo que tanto temía las fronteras.

Entre los árboles,
el sol parece el ojo de un borracho.

Llámame,
hoy es otro el horario,
es distinto el calor de su reinado,
la imagen de unos siervos con sangre diferente,
con dignidad de seres racionales,
corazones pensantes que podrían hablar
si no estuviesen solos,
si alguien los llamara.

Pero todo convoca a tu presencia:
mírame regresando.

Los portales abiertos,
los anuncios,
me recuerdan tu piel,
ese reino sin dudas
donde pretendo hablar del horizonte.

El horizonte
como la barra sucia de un bar desconocido
en la que nunca me podré apoyar.

Invitación [fragmento], Luis GARCÍA MONTERO




Fotografía: 051607, by Sporto

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, esta entrada me ha encantado. Es increíble la cantidad de sensaciones que te pueden traer las palabras adecuadas...

Gracias por compartirlas con nostros.

Un beso y suerte en los examenes ;-)

Anónimo dijo...

Sin duda los versos de García Montero no son ni telegráficos ni rebuscados ni empachosos...

Dicen las palabras exactas y justas para expresar un sentimiento, con tanta sinceridad, que solo te queda leerlos una y otra vez.

Un beso, Manuela

Anónimo dijo...

lo acabo de recitar en voz alta...
sin palabras.