domingo, 24 de junio de 2007

Tan hermosos



Complicada bondad, Myriam Toews [extracto]:


"Qué triste, dije. No tener padres. Y él se rió y dijo pero tengo otra cosa, y con el cigarrillo en una mano y la botella de Old Stock en la otra dijo: Mamá y Papá. Cuando me dejó en casa, mis padres estaban jugando al bádminton en el patio delantero. Mamá llevaba Keds de lona blanca que había comprado en los Estados Unidos y pantalones piratas. Mi padre con traje, por supuesto. Saludaron con la mano a Bert y yo le dije que escondiera a su papá y su mamá o nunca podría volver a conducir con él. Pero resulta que nunca volví a salir con él porque empezó a salir con una chica francesa de Marchand. Muy loca ella. Aún están juntos. Suele acompañarlo cuando Bert sale a dar vueltas por Main Street en su Red Phantom. Se sienta muy pegada a él, casi encima, y fuma Du Mauriers, uno tras otro, vuelta tras vuelta, noche tras noche. Una tía dura. No sonríe mucho. Bert se porta como un idiota y ella lo aparta de un empujón en el pecho. Usa vaqueros Fancy Ass con tachuelas en las costuras laterales. A veces Bert deja el Phantom en el aparcamiento del supermercado, bajo la farola, pone música a todo volumen y él y la francesa se sientan en el capó como los chicos de Thunder Road.


Una vez soñé que Bert y la chica de las Nudilleras de Metal (no sé por qué la llaman así pero el verdadero nombre de la francesa era demasiado impronunciable para unos teutónicos como nosotros y, por supuesto, nos encantaba reducir a los individuos a lo que, pensábamos, era su esencia) estaban sentados ahí bajo el reflector del supermercado y se pusieron a bailar a la antigua, como Fred y Ginger. Bert le dijo, muy tierno: ¿Quieres bailar conmigo, Nudillos de Bronce? Y ella dijo, Bert, ya sabes que me encantaría. Y luego Bert le dio una buena calada al Du Maurier que ella estaba fumando y lo tiró con un gesto muy chulo al asfalto oscuro, fuera del alcance de la luz del reflector. Bajaron del capó deslizándose, cogidos de la mano, y se pusieron a bailar el vals por todo el aparcamiento, la gente empezó a llegar, uno a uno, y todos se pusieron a llorar porque Bert y la francesa eran tan hermosos. Condenados para toda la eternidad. Después de bailar unos veinte minutos, saludaron al público con una reverencia, y la gente aplaudió muy cortésmente hasta que ellos se marcharon en el Red Phantom que, cuando llegó a la mitad de Main Street, se elevó del suelo y desapareció en la negrura. Desde que tuve ese sueño he oído rumores de que a Bert y a su chica les gusta cenar a la luz de las velas en lo alto de los silos, y que han firmado un pacto de suicidio para que el uno no tenga que vivir sin el otro. Me pregunté si lo habrían firmado con sangre y dónde lo guardaban, y cuánto tiempo habrían decidido vivir antes de morir. Si tienen un número obligatorio de vueltas que dar por Main Street antes de salir disparados."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué bonito... :-)